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Momentos

     Un sonido interrumpe el momento, el silencio, el sueño. Ya es hora, el despertador suena y trato de no pensar cuanto dormí. Con apuro, arranco el día antes que él despierte, me alisto aún dormido y me lanzo a la calle; donde me esfumo entre la gente y soy uno más del montón.

     Viajo en una piscina de colores, pues es como yo los veo a ellos, con sus historias y sus sueños; y un par de olas más tarde llego a la oficina.

     El trabajo, tedioso, de a poco se termina y se lleva un día más. Me recuesto contra el respaldar y me estiro un poco. Como de costumbre, me pierdo mirando algunos detalles del techo, mirando sin mirar, casi disfrutando la ausencia; suspiro, debo volver; ya es hora. Tomo mis cosas y me lanzo nuevamente a la mar de colores; aunque de noche, suelen ser menos nítidos, no sé si por la hora o el cansancio del día.

     Llego a casa, y antes siquiera de abrir la puerta ya podía escucharlo. Lejos de una bienvenida, cada uno continuo con su rutina diaria. Hice la comida mientras lo ignoraba, luego cené a la luz de la tele escuchando las noticias, revisé los mails e hice todo el tiempo posible para seguir ignorándolo. Solamente rogaba, porque hoy sí pudiera dormir un poco.

     Me acosté, y él conmigo. El libreto de todos los días daba inicio una vez más, ya no podía seguir ignorándolo, el sueño no podía vencernos. Sus quejas, su voz, su peso, parecían ser amuletos para espantar el sueño. Mientras me escuchaba, ya sin remedio, deseaba que pronto fuera mañana, para esconderme de mi, allí, entre la gente.

     El tiempo pasa, y los minutos empiezan a apilarse en horas, no puedo dormir. Solo sé que es tarde, muy tarde, y luego, un sonido interrumpe el momento, el silencio, el sueño. Ya es hora, el despertador suena y trato de no pensar cuanto dormí. Con apuro arranco el día antes que él despierte, me alisto aún dormido y me lanzo a la calle


La palabra de este encuentro es escondite.

La finitud de la palabra y las penas de la incomunicación

    Si quiero que piensen en una mesa, y digo mesa, pensarán en cualquier mesa, pero eso no es lo que quiero que piensen, sino en aquella mesa que nunca vieron, nunca tocaron, nunca olieron, ni nunca apreciaron y probablemente nunca lo hagan.

    Tal vez podría intentarlo, intentar que cuando piensen en mesa piensen un poco en aquella. Primero construyamos una mesa cualquiera en nuestra mente, ¿ya está?, bueno...

    Esta mesa es redonda y tiene un pie que la sostiene. Está hecha íntegramente de madera barnizada, un color cedro tal vez. Sobre la tabla superior hay un vidrio biselado, frío, helado, que contrasta con la cálida madera, que se aprecia por debajo. En el medio hay un centro giratorio, también de madera finamente pulida y barnizada, blindada con otra lamina de hielo.

    Pero hay algo que aún no les he dicho y son los detalles, en el borde de la tabla baja una especie de sócalo, finamente tallado con dibujos ornamentales. Se pueden sentir las texturas y relieve de los dibujos contrastando con el pulido del fondo, en una tarea que invita a explorarlo a largo y sin saberlo llegar de nuevo al sitio de partida y querer seguir girando en rededor.

    Aunque tal vez esta tarea invite al infinito, en algún descuido la mirada penetrante de algún dragón se entrecruzará con la tuya, sacándote de ese círculo vicioso. Pues son tres majestuosos dragones los que forman el pie de la mesa, confluyendo sus cuerpos sostienen la tabla, mientras que sus bocas aterrizan reptando en el suelo cada uno por su lado. Tallados en madera, escama por escama, con colmillos y garras, rugiendo, gritando, con el mismo barniz de cedro que parece fuera fuego.

    Pero esa tampoco es esa mesa, puesto todavía no la olieron con el olor dulzón de madera mezclado con el olor a polvo que suele juntar los cientos de tallas que tiene. También les falta las heridas de las batallas que algunos dragones sufrieron con descuidados comensales, también falta saber que el centro giratorio no sólo era para el festín de las picadas, sino también el receptáculo del scrable, que jamás faltó en aquellas épocas donde las navidades se festejaban.

    Y aún todavía no podrían pensar en esa mesa, pero no me molesta que no piensen en esa mesa.

    Lo que come mi ser es el nudo de mi garganta, de mi lengua, de mi cabeza, que quiere cantar, llorar, reír, sangrar, morir, nacer; no sé, simplemente no sé qué palabra decir.

    Alguna vez me dijiste que no te decía te amo y te contestaba que sí lo hacía; tal vez no conformándome en aceptar que una palabra tan vacía, tan ambigua, pudiera expresar por qué el mundo gira, los colores colorean, la música encanta, y porque después de hoy hay un mañana. Tal vez debe ser porque soy malo con las palabras, que pensé que el silencio solo interrumpido por el latido de mi pecho junto al tuyo, sería capaz de cantar lo que los nudos de mi garganta, de mi boca, de mi ser, nunca pudieron.

    Pero una cosa es el silencio, otra cosa las palabras, y otra cosa es lo que es. Y en el medio, muchas cosas, que tal vez nunca sepamos bien.



Aclaración y bonus:
Esta es la versión es la no corregida, la que voy a leer tiene una corrección en unos verbos, un detalle tonto, pero prefiero esta versión así en el blog. El bonus es que mientras tipeaba esto se me ocurrió buscar una foto de la mesa, la única que encontré era de navidad, obviamente. La foto acá.

El Viento los Amontona

    Un niño llevaba a casa a su majadero padre, cuando de pronto, una ventisca levantó en el aire algunas hojas y a un hombre muy bien vestido.


-¿Quién es ese señor Papá?

Y el miope padre, achinando los ojos de esfuerzo pronto se dio por vencido.

-No sé, pero de seguro era algún político mi'jo, porque ellos son hombre de palabra y a las palabras se las lleva el viento.

Política Ficción - Toma 1

La bolsa de perros

     En la pacifica manifestación de ese día, un extraño silencio irrumpió anunciando la debacle. Cuatro monstruos lanzaban palos, piedras y propinaban furiosos golpes a la gente; hasta que de ella salió un hombre decidido a detener todo eso.

     El destino de aquel hombre, Manuel, fue terrible. Con una saña nunca vista, los enemigos del pueblo lo amasijaron, decapitaron y con una demencia canibalista tomaron su sangre y royeron sus carnes.

     Al otro día los medios replicaban la noticia. El Vocero, anunciaba marchas y una semana de luto, con una imagen gigante de El General, de Él y de Manuel. Por otro lado, Frente, hablaba de una nueva fachada mediática, que usarían a Manuel como el chivo expiatorio que lograrse unirlos a todos bajo la imagen de un nuevo, y pasajero, mártir.

Tratado sobre la paja

Hace 15 años, Julián, licenciado en agronomía, había iniciado el más intrincado estudio sobre nuestra querida y bien ponderada paja.

En su obra detalló meticulosamente la manera de elaborar la paja de mayor calidad, tomando en cuenta el tiempo y la composición de la misma.

Lamentablemente, el libro, jamás fue bien recibido en la comunidad agrónoma y algunos, entre risitas, decían que todo el tiempo y dedicación que le puso, no fueron otra cosa que una simple y llana masturbación intelectual.

Buenas Familias

-Sabes Ernesto, ¿cuáles son las dos cosas que más odio en este mundo?
-Ni idea jefe
-Madrugar y el invierno - Vocifero molesto el comisionado Pili, mientras encogía los hombros y guardaba sus manos en los bolsillos.
-Jefe, que no hace mucho me dijo que era trasnochar y el verano.
-Bueno, y es así, tengo mucho odio para todos, soy generoso. Bueno, pongámonos serios, que me quiero ir a tomar un cortado. ¿Qué tenemos acá?
-Encontramos muerta a esta persona en su coche, lo reportaron los vecinos. También encontramos esto y sus documentos.
-¿Algo más? ¿Celular, armas, sangre, cabellos, ropa interior?
-No jefe, nada interesante.
-Bueno parece que ya nos podemos ir a tomar el cafecito y después a la casa del fallecido.

-Buenos días señora, ¿esta es la casa del señor Gurzman Roberto?
-Guzmán. Si esta es ¿qué quieren?
-Soy el comisionado Pili y acá mi secretario Ernesto. Estamos acá porque necesitamos la agenda o el celular de Roberto, ¿me la facilitaría?
-El celular lo debe tener él.
-Hágalo sonar por si las dudas
-Bueno -dijo desconfiada la mujer, a los pocos minutos se escuchó sonar el celular entre los cojines del sofá.
-Tranquila, yo lo tomo. Ahora Ernesto, haceme un favor;, ubícame a cada familiar en una habitación separada y ya vengo, tengo que hacer unas llamadas.

A los 15 minutos regresó y le susurró al odio de Ernesto - Hoy vas a ver algo divertido.

Entró primero al cuarto de la mujer, luego al de la hija, por ultimo al del hijo. En todos repitió el mismo discurso: Hemos encontrado muerto a Roberto Guzmán, ya hemos tomado las otras declaraciones y ambos han sugerido que usted puede estar involucrado en el crimen.

Lejos de la conmoción y el llanto, todos despertaban iracundos, injuriando y contando cientos de historias; infidelidades, abusos, golpes y amenazas, dibujando hipótesis de como los otros, en realidad, debían estar involucrados y complotados.

Un par de horas y muchos gritos después, finalmente Pili y Ernesto salieron de la casa.
-¿Qué ha sido todo esto ?
-Ganas de joder Ernesto, cuando salí con el celular hice lo que pedía la nota; llamé a la psicóloga de Guzmán para cancelarle la cita. Cuando le dije que se había suicidado se enojó un poco, le debía 5 sesiones.

La muerte de un Quijote

Todo estallaba, la ciudad ardía y el corsario negro arremetía contra él. La lanza lo atravesó de lleno, y la sangre azul brotaba a borbotones. El dolor era tan profundo, que parecía sentir al universo dentro de sí haciéndose añicos; mas no era por el fuego de la ciudad que lo achicharraba; ni la lanza que le atravesaba; era por ver morir a Dulcinea allí, desvaneciéndose en un polvo de estrellas, a quien sólo supo y pudo despedir con lágrimas.

El fuego se apagaba, la sangre dejaba de brotar, y la herida se cerraba al mismo tiempo que los rascacielos recuperaban su brillo. El traje estaba impecable, sin sangre, sin manchas.

De alguna manera se dio cuenta que todo había vuelto a su lugar. Se palpó el pecho, sin rastro alguno de aquella mortal herida. Con alivio pasó su mano por la cara, sólo para notarla un tanto, extrañamente, mojada.

Mar adentro

Abro los ojos, no sé dónde estoy, mi cuerpo entumecido empieza a despertar. Lo que parecía una molestia va creciendo, saco del bolsillo mi brújula, está rota; algo debió haber pasado. De pronto, me tenso y lucho por soltarme de mi, siento como se va apretando la garganta, un nudo me ahoga, no me deja respirar. Casi a punto de expirar, logro al fin dar una bocanada de aire, me suelto, me rindo. Aunque ahora la molestia es un dolor, puedo incorporarme.

La brújula rota, sin su aguja, generaba más preguntas que respuestas. De alguna manera tenía que regresar a mi camino. Una sombra fugaz pasa por al lado.

-Señor, espere, ¡señor!
-No tengo tiempo, acelere el paso y dígame que le pasa.
-Sí señor, bueno, señor, pasa, que; no, se, dónde, estoy. Puede, decir, me; dondequeda;elnorte -alcancé a decir ya sin aliento.
-Sígame

Pero por más esfuerzo que hice, pronto vi como se perdía en el horizonte. Al poco tiempo apreció otro personaje por allí.

-¡Buenos días señor!
-
-
-
-Estoy algo perdido, ¿Sabría usted decirme donde queda el norte?
-¿Cómo no voy a saber dónde queda el norte? ¿Qué se piensa?
-No, bueno, no era eso lo que quise decir, disculpe. Yo solamente quería saber dónde queda el norte.
-¿Tan grande y no sabe dónde queda el norte?
-Perdone, estoy perdido, se rompió mi brújula.
-Bueno, bueno, no me interesa. El norte es a donde me dirijo.

Era muy extraño, casi era una dirección opuesta a la que se dirigía el otro y, sinceramente, ese señor no me agradaba en absoluto.

-Muchas gracias.
-

Sentado contra un árbol, vi a aquel señor desaparecer, también en el horizonte. La molestia en la garganta volvió a aparecer, el aire pasaba áspero, casi lastimando.

Divisé un joven y fui pronto a consultarlo.
-Amigo, ando perdido, ¿sabes para dónde queda el norte?
-Fácil hermano, vos arrímate que voy derechito para allá.

Pero el joven iba en una tercera dirección, que nada tenía que ver. Cada tanto, sin darse cuenta, él imprimía giros inesperados en su andar.

Cansado, me despedí y me recosté sobre el pasto. El nudo en la garganta cedió un poco. Abría y cerraba la mano peinando el tupido gramillón, sintiendo sus texturas, la brisa me susurra, los últimos rayos naranjas me abrigan, mientras me embriago viendo el fulgor del ocaso. Estaba perdido, sin norte, mi brújula rota. Veo a las personas firmes y seguras yendo cada una por su norte, y yo, acá. Aun así lo disfrutaba, pero el ocaso pronto se irá; siento como el nudo regresa, ya casi no puedo tragar.

Me ahogo, como si hubiera despertado en alta mar. Sólo veo agua, no hay norte, sigo braceando, braceo y no veo tierra, ya los brazos no responden, la liviana agua, pesada ahora, me atrapa, me acalambra, no me puedo soltar, me ahogo, me hiela el frío de la noche. No sé qué va a pasar, ¿estoy dormido? Siento como caigo, flotando en el mar, hacia el fondo. ¿Tal vez cuando llegue al fondo despierte?, ¿en alguna costa?, ¿cómo un naufrago? Mientras caigo y me ahogo; veo a muchos caminar seguros hacia su norte, y algunos otros ahogados que creen caminar.


Quiero

Quiero poder entender, quiero querer no querer,y no querer querer. Pero no puedo, o no quiero; no lo sé o no creo saber. En el fondo siento algo, y no sé sí es que lo sé y no lo quiero saber, o es simplemente hambre... Ya fue, me como el pastel.

La Zanahoria Cósmica

Cuentan los hombres, que hace mucho tiempo existió un gran rebaño de burros, que vagaban y hacían estragos por doquier. Los habitantes del lugar, sufrían constantemente el asedio de los jumentos y sólo lograban contenerlos a base de zanahorias; pero esto requería mucho esfuerzo. Mas todo cambió, cuando un día, un gran pastor logró domar al rebaño. Les prometió una zanahoria muy especial, perfecta, gigantesca, tierna y dulce; pero para eso debían portarse bien y sólo los mejores serían premiados con aquella zanahoria cósmica.

Los burros, fascinados al oír sobre aquella zanahoria, aún con muchas dudas y sin entender nada de ella, cegados por su deseo, fueron detrás de la cósmica delicia. Así pronto, los burros se volvieron domesticables, ayudaron en las tareas y se dejaban montar, mientras seguían pensando en aquella zanahoria.

Pasaron los días, los meses, los años, el pastor falleció; mas los burros, aún hoy, siguen esperando aquella zanahoria, la zanahoria cósmica.

Gritos en la oscuridad

La luz del velador combatía la penumbra, dándole opacos colores a las violentas siluetas. El desafinado piano ayudaba a relajarme un poco, aún en esta silla en la que estoy atado; mas tus gritos sofocan la noche, silencian el piano y aceleran mi pulso.

Te azota de nuevo y caes, te desplomas sobre la cama. Él se acerca a mi y empieza a desatarme. Mientras te veo allí, desnuda, tendida; el tiempo se enlentece, las palpitaciones aparecen y mis nervios se crispan de sólo pensar lo que va a pasar.

Violentamente me asalta una idea, me interrumpe, me deja sin sentido y me pierdo segundos, que parecen minutos. Me ve distraído y se estremece en la cama.

-¿Qué pasa, no venís? - pregunta con voz melosa
-Perdoná, me colgué.
-¿Pasó algo?
-De repente me pregunté, ¿Cómo lo hará la gente normal?

 Los tres nos empezamos a reír.

Una hoja Blanca

Vieron esos días en los que uno está disperso y que cuesta concentrarse. No por falta de ideas, todo lo contrario, si no porque estas se comportan como moscas de verano. ¡Sí! Como moscas de verano. Mientras uno trata de hacer algo, ellas pasan fugaces delante de ti, te zumban de vez en cuando y, cual mofándose, se quedan quietas sobre algo, provocándonos.  Lástima que no hay insecticida para las ideas molestas. Así lo único que nos queda es ahuyentarlas, a ver si finalmente deciden irse; o tratar de atraparlas, mas lo peor de estas ideas moscas, es que ni si quiera atraparlas es tarea sencilla, ya que también suelen esfumarse.

Aún hoy me acuerdo de aquella vez, cuando una de estas moscas se posó sobre una hoja blanca. Era una idea muy muy vaga, tan vaga que parecía muerta, pero en realidad estaba muy dormida. Tenía ganas de escribir algo, así que tomé aquella hoja.

Por un largo momento la miré, blanca, vacía y llena a la vez. Vacía de contenido, pero llena de posibilidades, algunas mejores, otras simplemente desastrosas, que llevarían inexorablemente a la pobre hoja al desperdicio. La responsabilidad era mucha, hacer que la existencia de la pobre no fuera malgastada en vano. Con temor dubitativo acercaba la birome a su víctima.

-¡¿Y?!
-¡¿Y qué?! – contesté estupefacto.
-¡Sí! ¿Qué voy a ser? – preguntó la hoja – Un dibujo, un origami, una declaración de principios, una carta apasionada, un excelente resumen.
-No, no, estaba pensando más bien en un cuento corto digamos.
-¡Ah, un cuento! – Expresó con alegría la hoja – ¿y de qué se trata?
-Este cuento se trata de… Este cuento… la verdad, todavía no estoy muy seguro.
-Vas a escribir y todavía no sabes qué.
-Sí, bueno, estaba pensando en escribir lo que saliera, por ahí un borrador, tirando varías ideas y veía que salía.
-¡No!, yo no quiero ser un borrador, quiero ser un cuento. Ya sé. Yo te digo que escribir.
-Bueenooo…
-Que te parece una travesía submarina a 80 mil kilómetros bajo agua.
-No soy fanático de la ciencia ficción.
-Un amor prohibido de jóvenes enfrentados.
-Muy cursi.
-Las aventuras de una niña que entra a un mundo maravilloso
-Definitivamente no, no van conmigo las cosas infantiles… mirá, la verdad agradecería que me lo dejaras a mí este temita.
-¡A vos!, ¿qué escuchas consejos de una hoja en blanco? ¡JAMAS! – gritó la colérica hoja, que en su fragor se encendió inmolándose.

A partir de ese día jamás volví a escribír en hojas blancas, solo en las rayadas, que con ellas nos entendemos mucho mejor

Puertas

    Abrió la puerta y entró al pasillo. Dejó sin abrir varias puertas y tomó la cuarta a la izquierda. La nueva habitación pareció agradarle, caminó hasta el final de la misma, abrió otra puerta y entró al pasillo. Dejó sin abrir varias puertas y tomó la séptima a la derecha. La nueva habitación pareció agradarle.

Volver a Empezar

    Carlos no estaba convencido, se acordaba de aquel entonces, hace ya algún tiempo. En su memoria el tiempo le engañaba, había veces que creía que fue hace muchos años, otras veces ayer, pero sacando cuentas estaba más o menos en el medio.

    La idea de volver no le molestaba, sino tener esa sensación de Déjà vu. Ya un poco más viejo, un poco más cansado, un poco más sereno, espera vivir esas mismas cosas de otra manera y disfrutarlas de otro modo.

    La curva pronunciada, lo hace recordar. Hurga un poco en su bolso de mano, y saca el boleto para el guarda; sabe que pronto se va a bajar. Mira por la ventana de nuevo esos parajes, como aquella vez, y lee nuevamente aquel oxidado letrero, pero leyendo sin leer, pues ya sabe lo que dice: Empezar a 5 Km.

Silencio

Silencio son tus pausas y tus comas, es el momento que respiras. El murmullo de tu voz es la antesala que llama al silencio. Luego, ruido, solo ruido.

Potus


Al inicio, solo existió el potus, y la nada pasó a ser no potus. Luego el no potus creció, creció tanto que ya nadie se acordaba del potus; hasta que alguien dijo: el potus ha muerto. El nerviosismo del no potus crecía, como podrían sin potus ellos ser no potus, era el fin. Pero quédense tranquilos, dijo un sabio, hay una vida después del potus, he aquí; de entre sus ropas sacó algo y dijo, Ficus; y todos los no ficus se regocijaron.

Pd. Por las palabras de Pedro que siempre citaba a quienes decían, que las cosas eran potus o no potus....

El tiempo; el tiempo no para


Me desperté, no estaba cansado, era temprano y aún los despertadores no habían sonado, estaba despierto, bien despierto.
Apago los despertadores, me pego una ducha. Desayuno, todavía con el pelo mojado, goteando. Leo las noticias, varias son interesantes, ninguna indignante, todavía era temprano.
Me despido de mi gato y me voy en sigilo para no despertar a nadie. No despierto a nadie.
Saco el boleto del tren y antes de sentarme a esperarlo ya había llegado, estaba casi vacío, entramos todos y sobraron lugares, nadie tuvo que viajar parado. Nadie.
Llegué a la facultad temprano, entré al aula, saludo y al poco tiempo inicia la clase, es amena y termina en hora. Regreso a casa, almuerzo, me tomo una siesta, leo, estudio, ligero y muy fresco.
Miro el reloj, es hora, salgo hacia el lugar de encuentro, llego puntual, también ellos, es raro. Es muy raro.
Jugamos y tomamos algo, charlamos y nos pusimos al tanto de varias cosas, es temprano, aún hay tiempo. Todavía hay tiempo. Seguimos jugando hasta que, en el momento justo, se hizo la hora.
Nos despedimos, me alcanzaron a casa, entré, hablé con ella, las gatas se habían portado bien y su día había sido lindo, me extrañaba.
Cené, miré algo divertido en la tele, aún era temprano, me cepillé los dientes y me acosté.
No estoy cansado, me siento bien, pero sé y siento que voy a poder conciliar el sueño cuando yo quiera, sin ningún drama. Lo pienso, lo sé, pero no me importa; no es normal, pero no me importa, no me importa.
Me duermo.
 Otro texto para los concursos, esta vez un tema "raro", Lo paranormal.

El asado



Llegó de nuevo, se lo veía desganado casi que sin ánimos de entrar, era fin de año y claro que todos estamos cansado. Aún así se acerco al grupo y habló de nuevo del asado. Otra vez lo del asado... no sé, creo que ya debe ser un deja vu... no puede ser que ocurra siempre lo mismo y que solo yo me dé cuenta que se repite una y otra vez.


Ahora va a decir: chicos, nos tenemos que juntar, hay que organizar algo. En el parque que está cerca de mi casa hay unas parrillas que se pueden usar.


Ahora Helena va a decir que sí; que sí hay que hacer algo, pero que hay que organizarse. Luego va a repartir las tareas, los hombres las bebidas, las mujeres las ensaladas, todos algo de dinero para la carne, uno se compromete en comprarla, otro en llevar el carbón... y yo voy a seguir sin saber dónde queda ese parque del que creo que ya escuché más de veinte veces en lo que va del año.


Todos se ponen contentos, dicen que esta vez si se va a hacer, que va a estar bueno; me verán callado y aturdido y me preguntarán... Estás bien, vas a venir?


Aunque en el fondo siento un enorme deseo de decirles: Chicos, déjense de joder, no nos vamos a juntar un carajo, sean sinceros de una buena vez, esto es una joda siempre; contestaré sin entender porqué: que sí, que estaría bueno juntarnos y que voy a llevar una sprite y unas galletas caseras.


Siento la mano de José que se detiene sobre mi hombro; interrumpe mis pensamientos y dice: chicos, nos tenemos que juntar, hay que organizar algo. En el parque que está cerca de mi casa hay unas parrillas...


Y lo dejo de escuchar, mientras pongo cara de hacerlo, total ya sé lo que van a decir... pero ahora pienso, si en realidad no soy yo el único que vive estos deja vu una y otra vez; y somos todos victimas de estar presos en este bucle sin fin del que sólo una respuesta sincera nos podrá sacar para siempre.


Para otro de los concursitos que participo, tema: Hipocresía.

El Beso Alado

Sutil es el viento que estremece el follaje esta noche. Pero son los murmullos de las brazas quienes marcan tu compás.


Tu danzas serena delante del fogón, y tu negra silueta es la que arrulla mi mirar.


El tiempo se enlentece, y tu baile con él. Despacio te meces niña, como sólo en sueños te supe ver.


Tus tiernos brazos me abrigan y tu beso estremece mi ser. Mas cuando abrazarte quise, no te hallé.



Otro de esos concursitos, tema: Onirismo.

L'espoir noir

Un cuento que escribí hace tiempo y que transribí para ponerlo en uno concursito con la consigna "la casualidad".


-¿Qué es L'espoir Noir?
-Nada en particular, es sólo una esperanza negra. Es la solución que nadie dice, porque es violenta es sangrienta o porque atenta contra el orden; pero aún así, como tabú, se la tiene recelosamente escondida y deseosa que suceda para poder así resolver aquel problema.
-Y eso ¿qué tiene que ver con nosotros?
-¿No es esto acaso lo que queríamos?
-No, ¡jamás!.
-A mi me puedes mentir, pero jamás te podrás engañar. No te maceres la cabeza con penas, tristezas o sentimientos de culpa, ha sido cosa del destino que nos dio esta esperanza, este espoir noir.



Venganza
-¿Francisco Damonte?
-Sí
-Bueno, ¿tiene idea por que lo citamos?
-Sí, el robo de hace tres días. Dí mis datos para que me llamaran a declarar, pero la verdad agradecería si se pudiera hacer breve el trámite. Tengo que resolver unas cosas pronto.
-¿No quiere declarar usted tampoco?
-No entiendo
-Hemos citado a varios y ninguno quiso venir; creo que los están amenazando.
-Ni idea. ¿Quiere que le diga como fue el asunto del robo, o no?



El trabajo
-Llegaste tarde Francisco.
-Lo sé, pero recién salgo de la comisaría.
-¿Qué pasó?
-¿Se acuerdan del robo que hubo en el departamento? Justo hoy me llamaron a declarar
-No importa, la cosa es que ahora que estamos todos les voy a contar. Voy a vender la empresa.
-Helena, no estarás hablando en serio.
-Me quiero mudar a otro país y volver a empezar. Me deprimo mucho cada vez que recuerdo a su hermano.
-Apenas murió hace un par de meses y ya quieres vender la empresa?
-Nueve meses.
-Lo que sea. Si quieres que compremos tu parte, no estamos muy bien de plata ahora.
-Lo sé, por eso conseguí un comprador que está dispuesto a comprar toda la compañía.
-¿Estás loca?
-Tengo la mayoría, lo puedo hacer.



La cena
-Francisco, gracias por invitarme a cenar, pero no pienso cambiar de opinión.
-Helena, tengo toda la cena para convencerte, no lo voy a hacer justo cuando estas entrando así que por ahora baja la guardia.
-No cambias más, eres igual de testarudo que cuando German me los presentó.
-Y tú también, por eso nos entendemos y vas a entender que esto es una locura. Pero dejando de lado el tema por un rato, ¿qué tomas, Tinto o blanco?
-Nada, estoy todavía con las cosas del psiquiatra. Agua gasificada estaría bien.
-¿Gasificada?¿Agua gasificada?; sabes que no me gusta.
-Sí, y apuesto que no tienes.
-Bueno, recuerda lo bien que te trato. Bajo a la despensa y te compro tu bendita agua, pero no queiro que me dejes ni una gota.



L' Espoir Noir
-¡Julian! ¡Que es esto!
-El maldito volvió, escuché tiros en tu apartamento y cuando salí lo vi; me desquité por lo de la otra vez. Menos mal que me compre esta arma después del robo.
-¿Tiros en mi apartamento? ¡Helena!



El funeral
-O sea, que el ladrón que denunciaste fue a vengarse y mató a Helena.
-Y Julian, mi vecino, le pegó un tiro. Fue terrible, había sangre por todos lados.
-L'espoir Noir
-¿Qué es L'espoir Noir?
-Nada en particular, es sólo...