Una hoja Blanca

Vieron esos días en los que uno está disperso y que cuesta concentrarse. No por falta de ideas, todo lo contrario, si no porque estas se comportan como moscas de verano. ¡Sí! Como moscas de verano. Mientras uno trata de hacer algo, ellas pasan fugaces delante de ti, te zumban de vez en cuando y, cual mofándose, se quedan quietas sobre algo, provocándonos.  Lástima que no hay insecticida para las ideas molestas. Así lo único que nos queda es ahuyentarlas, a ver si finalmente deciden irse; o tratar de atraparlas, mas lo peor de estas ideas moscas, es que ni si quiera atraparlas es tarea sencilla, ya que también suelen esfumarse.

Aún hoy me acuerdo de aquella vez, cuando una de estas moscas se posó sobre una hoja blanca. Era una idea muy muy vaga, tan vaga que parecía muerta, pero en realidad estaba muy dormida. Tenía ganas de escribir algo, así que tomé aquella hoja.

Por un largo momento la miré, blanca, vacía y llena a la vez. Vacía de contenido, pero llena de posibilidades, algunas mejores, otras simplemente desastrosas, que llevarían inexorablemente a la pobre hoja al desperdicio. La responsabilidad era mucha, hacer que la existencia de la pobre no fuera malgastada en vano. Con temor dubitativo acercaba la birome a su víctima.

-¡¿Y?!
-¡¿Y qué?! – contesté estupefacto.
-¡Sí! ¿Qué voy a ser? – preguntó la hoja – Un dibujo, un origami, una declaración de principios, una carta apasionada, un excelente resumen.
-No, no, estaba pensando más bien en un cuento corto digamos.
-¡Ah, un cuento! – Expresó con alegría la hoja – ¿y de qué se trata?
-Este cuento se trata de… Este cuento… la verdad, todavía no estoy muy seguro.
-Vas a escribir y todavía no sabes qué.
-Sí, bueno, estaba pensando en escribir lo que saliera, por ahí un borrador, tirando varías ideas y veía que salía.
-¡No!, yo no quiero ser un borrador, quiero ser un cuento. Ya sé. Yo te digo que escribir.
-Bueenooo…
-Que te parece una travesía submarina a 80 mil kilómetros bajo agua.
-No soy fanático de la ciencia ficción.
-Un amor prohibido de jóvenes enfrentados.
-Muy cursi.
-Las aventuras de una niña que entra a un mundo maravilloso
-Definitivamente no, no van conmigo las cosas infantiles… mirá, la verdad agradecería que me lo dejaras a mí este temita.
-¡A vos!, ¿qué escuchas consejos de una hoja en blanco? ¡JAMAS! – gritó la colérica hoja, que en su fragor se encendió inmolándose.

A partir de ese día jamás volví a escribír en hojas blancas, solo en las rayadas, que con ellas nos entendemos mucho mejor